La
Madre Teresa visitó Roma varias veces, y cada vez que le era posible visitaba
al Papa, hacia quien demostraba un particular respeto y afecto. Ella le hablaba
de sus planes, pidiéndole consejo y aprobación. Uno de sus proyectos, a ejemplo
de su santa patrona, Teresa de Lisieux, fue la adopción espiritual de todos los
sacerdotes católicos por parte de un convento de monjas contemplativas. La
Madre Teresa creía que esto motivaría mayormente a los monasterios a orar y ofrecer
sacrificios por los sacerdotes.
El
Papa Juan Pablo II la escuchó atentamente y luego dijo con una sonrisa: Yo también soy un sacerdote,
Madre. ¿Tendría a alguien que me adopte?
La
Madre Teresa le respondió rápidamente volviéndose hacia la Hna. Nirmala (quien
ahora ocupa su cargo), le pidió que adoptara al Papa.
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