Entréguense
firmemente a Dios. Hagan todo para su gloria, según su santa voluntad. Una
obediencia a Dios rápida, simple, ciega, alegre, es la prueba de una fe
auténtica.
Si
Dios ama a quien da con alegría, ¡cuánto más no amará a quien lo obedece!
Debemos obedecer con todo nuestro corazón, con todo nuestro ser, como Jesús,
que obedeció hasta la muerte, la muerte en la cruz.
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