Jesús,
el Hijo de Dios, fue enviado por su Padre para proclamar la Buena Noticia.
Estaba completamente convencido de que el Padre llevaría adelante su plan de
salvación a pesar del aparente fracaso de su misión. Durante treinta años en
Nazaret, lo conocieron sólo como el hijo de José y María. También ellos se
habrán maravillado ante este hecho.
La
gente le dijo que estaba loco, que era un embustero; lo abofetearon, lo
agredieron y lo crucificaron. Todo pareció ser un fracaso total. Sin embargo,
Él sabía que, a pesar de todo, la voluntad de su Padre se cumpliría. ¿Nosotros
tenemos esa misma confianza?
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