Todos
tenemos que crecer con la clara convicción de que debemos ser santos como Jesús
es santo. La santidad es uno de los dones más preciados que el corazón del
hombre puede ofrecerle a Dios.
Serviremos
a Dios en sus pobres si hacemos por ellos los que nos gustaría hacer por Él.
Éste es el secreto de nuestra santidad: conocer a Jesús, amar a Jesús y servir
a Jesús en quienes nos rodean. De esta manera, seremos «profesionales» de la
santidad.
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