¿Cuándo somos verdaderamente humildes? Cuando nos negamos a juzgar y criticar a los demás.
Cuando
alimentamos pensamientos amables hacia los demás.
Cuando
nos alegramos de los éxitos que los demás alcanzan por amor a Jesús.
Cuando
encontramos una excusa ante los defectos de los demás.
Cuando
somos felices y alegres con el pobre, el enfermo y el moribundo.
Cuando
estamos alegres en medio de una humillación.
Sólo
entonces somos verdaderamente humildes, como el corazón de Jesús.
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