En 1978, la Madre Teresa pidió una audiencia con el Papa para recibir a un grupo de voluntarios italianos. Al llegar a Roma le pidió a un misionero que la acompañara al Vaticano. Cuando llegaron a los aposentos privados del Papa, su secretario, Monseñor Macchi, los hizo pasar a una antesala. Mientras esperaban, la Madre Teresa se volvió hacia el misionero y le preguntó: ¿Para qué vinimos aquí? Había olvidado completamente el motivo por el cual se encontraban en ese lugar. Cuando su acompañante se lo recordó, inmediatamente se puso a rezar el rosario. Apenas dejaron los Palacios Apostólicos, con un sol aun radiante sobre Roma, volviéndose hacia ella, sorprendido por su olvido de hacía un momento, el misionero le preguntó: Madre, ¿qué es lo que en el mundo la distrae tanto al punto de olvidar el motivo por el que vinimos al Vaticano?
Ella respondió con un toque de santa picardía
en sus ojos: Todos
estos salones vacíos que hemos cruzado antes de llegar a los aposentos del
Papa. ¡Estuve contando mentalmente cuántas camas podríamos poner para nuestra
gente!
Sólo unos años más tarde el Papa Juan Pablo II
construyó dentro del territorio vaticano un hogar con setenta camas para los
sin techo y los más necesitados de Roma. Lo llamó Dono
di María («Regalo de
María») porque fue fundado en 1987, durante el Año Mariano. Desde su fundación,
es atendido por las Misioneras de la Caridad.
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