Que la alegría y el amor de Jesús resucitado esté siempre con ustedes y en medio de ustedes para que se conviertan en verdaderos testigos del amor del Padre por la humanidad. Recuerden: Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo único. Amemos de tal manera a Dios que seamos capaces de darnos a Él en cada uno de nuestros hermanos y , en particular, en los más pobres.
Esto lo
lograremos sólo por fidelidad a Cristo, perteneciéndole sólo a Él, y a través
de un amor tierno y desinteresado por cada hermano. ¡Qué hermoso es ver este
amor mutuo hecho realidad! Tengan este amor por cada persona y un especial
respeto por los hermanos más ancianos. Que los más ancianos traten a los más
jóvenes con respeto y amor, como lo harían con Jesús.
Él
los eligió a cada uno por sí mismos, para ser su Luz y su Amor en el mundo. El
camino más simple para convertirse en su Luz es ser atento, afectuoso,
desinteresado y sincero con cada hermanos. Como dijo Jesús: En esto todos
reconocerán que ustedes son mis discípulos.
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