Cuanto
más profunda sea tu vida de oración, más crecerás en santidad y obtendrás
muchas gracias para aquellos que te han sido confiados.
Recuerda
que los corazones puros verán a Dios. Cada día debes estar convencido de que
perteneces a Cristo crucificado y de que nada te separará de su amor. Esta
convicción es el camino seguro a la santidad y, si eres santo, serás capaz de
orar efectivamente en medio del trabajo. El fruto de la santidad es lo que nos
hace contemplativos en el corazón del mundo
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