Cristo
era igual que el Padre. Y lo obedeció porque lo amaba. No sintió que, al
obedecer, rebajaba su dignidad. Fue a Nazaret con María y José y los obedeció
igual que lo hizo con el Sumo Sacerdote, Herodes y Pilato.
Muchos
de los sufrimientos que encontramos hoy dentro y fuera de la Iglesia son
causados únicamente por una mala comprensión de la libertad y la renovación. No
podemos ser libres mientras no seamos capaces de entregar libremente nuestra
voluntad a la voluntad de Dios.
Debemos obedecer con total libertad en espíritu
de unidad y sumisión y a través de un servicio libre y sincero a Cristo en los
más pobres.
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