Hemos consagrado nuestras vidas a ofrecer gratuitamente un servicio de amor a los pobres. ¿Ellos están contentos con nuestro servicio? Cuando nos ven, ¿sienten saltos de gozo como San Juan Bautista en el seno de su madre cuando María lo llevó a Jesús a su casa? ¿vamos a ayudar a los pobres como fue María, llenos de Jesús y siempre dispuestos a darlo sólo a Él? Nuestro servicio a los pobres ¿es devoto y delicado? ¿Los ayudamos como María ayudó a Isabel?
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