La
total sumisión a Dios significa estar enteramente disponibles para el Padre,
así como lo estuvieron Jesús y María. Esto no significa ningún acto extraordinario:
Nos entregamos completamente a Él porque Él se dio completamente a nosotros. En
este sentido, Dios no necesita darnos explicaciones de lo que nos pide cuando
nos ponemos a su entera disponibilidad.
Por
eso, debemos preguntarnos: ¿En qué medida nos hemos entregado a Dios? ¿Cómo lo
hemos dejado obrar en nuestra vida? ¿En que consiste nuestra entrega?
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