Hagamos
todo lo posible para que nuestros hogares sean verdaderos espacios de amor, de
tal manera que podamos superar todo resentimiento. El amor empieza por casa ya
que todo lo que hagamos afuera depende de como nos amamos unos a otros en
nuestro propio hogar. No temamos amar hasta que duela, porque esto es lo que le
gusta a Jesús.
Nuestras
casas serán fervientes o tibias, ramas cargadas de frutos o ramas secas, según
lo que vivamos en ellas. Ayudémonos unos a otros a vivir en el amor de Dios y
expanderemos la fragancia de su amor por todas partes.
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