Frente
a las dificultades comunitarias, deben convertirse en sagrarios vivos del Dios
Altísimo, como lo fue la Sagrada Familia en Nazaret. Cuando estén tentados de
responder ante una dificultad con rabia y amargura, toquen el crucifijo que
llevan cerca del corazón y digan: Pasión
de Cristo, fortaléceme.
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