Un sacerdote jesuita me contó lo que había
vivido cuando le cambiaron el destino al que había sido enviado. Pasó todo el
día sobre el tren, muy feliz por su nueva misión. Sin embargo cuando llegó a la
estación se encontró con un telegrama que le decía que cambiara de tren para
dirigirse a otra misión. Le pregunté qué sintió en ese momento. Me respondió
que aceptó el cambio como voluntad de Dios, sin cuestionar.
Esto
es abandonarse completamente; es la completa obediencia. Cuando pertenecemos a
Jesús, Él tiene derecho de contar con nosotros. Abandono total y completa
obediencia son la misma cosa.
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