sábado, 15 de junio de 2013

Los cinco minutos de la Madre Teresa Mayo 31


          Dios mío, libremente y con la ayuda de tu amor, deseo permanecer aquí en las calles, con los pobres, para cumplir tu voluntad. No quiero volver atrás; mi comunidad son los pobres; su seguridad, la mía; su salud, mi salud.
          Mi casa es la casa de los pobres. No simplemente de los pobres, sino de los más pobres entre los pobres.
          De aquellos a los que no nos acercamos porque tenemos miedo de la suciedad y las infecciones.
          De los que no pueden rezar en las iglesias porque no tienen qué ponerse.
          De los que no son capaces de comer porque han perdido las fuerzas para alimentarse por sí mismos.
          De los que son incapaces de llorar porque ya han derramado todas sus lágrimas.
          De los que viven tirados en las calles, sabiendo que están cercanos a morir mientras todos los demás pasan sin prestarles atención y desinteresándose.
          De los que no necesitan tanto de una casa de ladrillos cuanto de un corazón comprensivo.
          De los que no tienen demasiado hambre de alimentos, sino más bien de la Palabra de Dios.
          De los que no necesitan tanto de una manta para su desnudez cuanto de dignidad, pureza, justicia.
          De los que son rechazados, indeseados, no mamados, de los que caen a lo largo del camino a causa del pecado, porque ellos también son los más pobres, los espiritualmente más pobres entre los pobres, en los que tú te escondes, mi Dios, sediento de mi amor, como te escondes en la Eucaristía.
Enséñame a reconocerte en ellos y a estar siempre disponible para ti hoy y cada día hasta el final de mi vida, cuando de nuevo te veré cara a cara, en la gloria. Amén.

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