Hemos renunciado al pecado, hemos renunciado al
mundo, pero ¿qué entendemos por renuncia? Para nosotros significa «rendirse».
Cuando optamos por la vida religiosa, cada uno de nosotros ha debido hablar con
sus padres para decirles que quería irse y pedirles su bendición. Esto
generalmente nos cuesta mucho porque el amor de los padres es hermoso y muy
importante. Recuerdo el día en el que le hablé a mi madre sobre mi vocación: se
encerró en su habitación. No quería que
me fuera. Era una santa persona y, encerrada en su habitación, rezó para poder
aceptar mi vocación. A veces pienso que es mi madre quien me juzgará, en vez de
Jesús, porque le he ocasionado muchas tristezas.
Recientemente
recibí una carta de una chica que decía: Yo
sé que tengo vocación de religiosa, pero dejaré que mi madre decida. La mamá me escribió
para decirme que ella estaba de acuerdo, si eso era lo que Jesús quería. Esto
es lo que significa la vocación religiosa: que Jesús nos ha llamado por nuestro
nombre.
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