Jesús nos amó hasta el final, hasta el extremo,
muriendo en la cruz. Nosotros debemos amar de la misma manera, con un amor que
surja desde lo más profundo de nuestros corazones, que brote de nuestra unión
con Cristo. Un amor de este tipo debe ser tan normal en nosotros como vivir y
respirar. Santa Teresa de Lisieux decía: Cuando pienso y actúo con caridad,
siento que es Jesús quien obra en mí. Más unida estoy a Él, más amo a todas mis
hermanas…
Nuestras obras de
caridad no son más que el desbordamiento de nuestro amor a Dios. Por eso,
quien está más unido a Dios, más ama a los demás. Pero para entender esto y
ponerlo en práctica, necesitamos rezar. La oración nos une a Dios y rebosa en
amor hacia los demás.
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