María pensó solamente en cómo servir, en cómo
llevar a cabo su vocación de servidora del Señor.
En este sentido, la vida de María es muy
parecida a nuestra vida religiosa. Cuando Dios nos llamó por primera vez, nos
preparó a través de nuestros familiares y amigos, tal como la preparó a María.
Le envió su mensajero para comunicarle su elección, tal como lo hizo con
nosotros. Nuestra primera pregunta también fue como la de María: ¿Cómo puede
ser posible? Entonces, con ella, declaramos ante el cielo y la tierra: ¡Aquí
estoy, yo soy la servidora del Señor! ¡Aquí estoy, he venido para hacer la
voluntad de Dios!
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