domingo, 9 de septiembre de 2012

Tú me das el Amor


Madre Teresa de Calcuta

Escritos recogidos y presentados por G. Corrée y J. Barbier

Introducción

      La Madre Teresa habla poco y escribe menos todavía. Obligada, no obstante, por una abundante correspondencia, solicitada para múltiples entrevistas, forzada a veces a hablar en público (como cuando tiene que recoger algún Premio otorgado a su Obra), entrega, sin afectación ni miedo a repetirse, la fe de que vive y el amor que la impulsa a actuar.

      En esta selección de palabras recogidas por atentos oyentes, de textos entresacados de sus cartas, o de las directrices dadas a sus "Cooperadores", o en fin, de las Constituciones de las Hermanas y Hermanos Misioneros de la Caridad, intentamos que se escuche su lenguaje sencillo y vigoroso que, yendo derecho a lo esencial, nos descubre a un tiempo la belleza de una vida entregada por completo y las intolerables realidades de la miseria y del sufrimiento.

      Para una mayor claridad en la lectura, hemos tenido que adoptar un orden forzosamente arbitrario que deja ver en distintos estratos lo que en el alma y en la vida de la Madre Teresa es un todo indivisible. Corresponde al lector reencontrar la profunda unidad, la de los dos grandes mandamientos: el del amor a Dios, y el que le es semejante, el amor al prójimo.  

PRIMERA PARTE

Dios

Entregar mi vida pero no mi fe

      Señor, concédeme una profunda visión de fe, y mi trabajo jamás será monótono.

                Así ora, llena de fuerza, la Madre Teresa de Calcuta.

                A Ralph Rolls, quien le preguntaba qué haría si tuviera que trabajar en un país que la obligase a abandonar su fe, responde:

      Nadie puede quitarme mi fe. Si, para que brille el amor de Cristo entre los desgraciados, no hubiese otra alternativa que la de permanecer en tal país, me quedaría, pero nunca renunciaré. Estaría pronta a entregar mi vida, pero no mi fe.


                Haber elegido libremente una vida arriesgada y mísera, constituye precisamente el misterio de su fe... ¿Cómo explicarlo? ¡El resultado es bastante pequeño!


       Sabemos perfectamente, dice la Madre Teresa, que lo que nosotros hacemos no es más que una gota en el Océano. Pero si esa gota no estuviera en el Océano, faltaría. Si no tuviésemos nuestras escuelas en los barrios pobres -no son sino pequeñas escuelas primarias, donde enseñamos a los niños a amar el trabajo y a mantenerse limpios-, si no tuviéramos esas pequeñas escuelas, esos millares de niños estarían abandonados por la calle. Estamos ante una elección: o bien acogerlos y darles eso que es tan poco, o bien abandonarlos a la calle.

      Y lo mismo sucede con nuestro hogar de moribundos. De no tener nosotros ese hogar, los que hemos recogido hubieran muerto en la calle. Pienso que sólo por eso valía la pena tener ese hogar, nada más que por esos pocos hombres, para que mueran serenamente, en la paz de Dios.


                  Misterio, también, el aguantar sin desmayo, porque para "aguantar" hay que ser, en frase de Lacordaire, "tierna como una madre e inalterable como un diamante". La madre Teresa nos da la explicación de este misterio:


      La fe es un don de Dios. Sin ella no habría vida. Y para que nuestra Obra de frutos, para que no pertenezca más que a Dios, para que sea una obra redentora, ha de construirse sobre la fe.


       Cristo dijo: "Tuve hambre, estuve desnudo, enfermo, sin vivienda, y tu hiciste aquello por mí". Toda nuestra Obra se fundamenta  en la fe en esas palabras... La fe falta porque hay demasiado egoísmo y búsqueda del propio provecho. Para que la fe sea verdadera, tiene que ser generosa. Amor y Fe van juntos... Se completan.


                   Ella, sin embargo, no impone su fe...


      Que Cristo, dice, haga pasar su luz y su vida a cada uno de nosotros y, a través de nosotros, al mundo de la miseria. Que los pobres, cualquiera que sean sus creencias, al vernos, se sientan atraídos a Cristo y que nos inviten a entrar en sus casas, en sus vidas.


                  La fe de la Madre Teresa es algo tan sólido y tan absoluto, que tendría que destruirse a sí misma y su Obra, antes de olvidarla o dudar de ella un solo instante. La intensidad de su fe es el fenómeno que sostiene el mundo y su historia... La fe brota de ella maciza, porque sus palabras son verdad. Y -por más que la razón sigue teniendo su importancia en el compromiso de la fe, y que el compromiso en el seguimiento de Cristo no exige que se abandone la razón, sino todo lo contrario- los jóvenes, incluso los más llenos de problemas, abandonan ante ella todo razonamiento mental.

                  Cuando la Madre Teresa se asoció a la marcha de 7 kms. por las calles de Milán, con el fin de suscitar una mayor solidaridad para con el Tercer Mundo, debió de pensar, dice Bordignon, que llevaba a cabo un gesto simbólico. Los organizadores de la marcha se hallaban preocupados por la marcha misma, pero bastó su participación para que la marcha se transformara en una procesión de fe. Su rostro suscitaba en todos una verdadera emoción. Sus rasgos de asceta, sus palabras, tenían la fuerza de la verdad. Después de la marcha, fue recibida por el cardenal Giovanni Colombo, arzobispo de Milán, a quien la Madre dijo:

      Ante Dios todos somos pobres.


                     ¿Por qué esta marcha? ¿Por qué irán mañana miles de jóvenes desde la plaza del Duomo en marcha con la Madre Teresa a lo largo de 7 kms.? ¿Por qué esa marcha sin banderolas? ¿Por qué los jóvenes aceptan caminar por algo que no conocen con claridad, o sí lo conocen no se atreven a decirlo por miedo a ser contestados?


      Los jóvenes, responde la Madre Teresa, son los constructores del mañana. La juventud actual está intentando la apuesta de olvidarse de sí misma.

      En Harlem se encontró con nosotras una joven de familia rica y me dijo: "Lo he dado todo a los pobres y he venido para seguir a Cristo".
      Jesús tiene a veces atenciones inesperadas. Una tarde, en Londres, recibí una llamada telefónica de la policía: "Madre Teresa, en la calle hay una mujer completamente borracha que la requiere". Fuimos a buscarla, y cuando volvíamos me dijo: "Madre Teresa, Cristo transforma el agua en vino para darnos de beber"... ¡Y estaba muy, muy borracha!

                  Ralph Rolls hizo esta pregunta a la madre Teresa: ¿Es importante para usted ser católica?


      Sí. para mí y para cada individuo, según la gracia que Dios ha dado a cada uno.


                  De modo que, ¿importa poco a qué parte de la Iglesia cristiana pertenezcamos?


      No; eso tiene mucha importancia para el individuo. Si una persona piensa y cree que ese es el único camino hacia Dios, si no conoce otro camino, si no duda y, por lo tanto, no tiene necesidad de buscar, entonces ese es su camino para la salvación, esa es la manera en que Dios viene a su vida. pero desde el momento en que un espíritu tiene la gracia de conocer a Dios, debe buscar. Y si no busca, se aleja del buen camino. Pero Dios concede a todos los hombres que ha creado una posibilidad de encontrarse cara a cara con Él, de aceptarle o rechazarle.


                  ¿Es importante la unidad entre los cristianos?


      Sí, porque los cristianos representan una luz para los demás. Si somos cristianos debemos parecernos a Cristo. Yo lo creo profundamente. Gandhi dijo en una ocasión que si los cristianos hubieran vivido plenamente su vida cristiana, no habría ya hindúes en la India. las gentes esperan, pues , que nosotros vivamos plenamente nuestra vida cristiana.


                     Los discípulos de otras religiones, los musulmanes, 
                 los hindúes, ¿son igualmente bendecidos por Dios, y 
                 Dios se preocupa también de ellos?

      Dios tiene sus propios medios para trabajar en el corazón de los hombres, y nosotros no sabemos hasta que punto están cerca de Él. Pero por sus acciones sabremos siempre si están a disposición suya o no. Ya sea usted musulmán, hindú o cristiano, la forma de vivir su vida es la medida de su pertenencia a Dios. Nosotros no podemos ni condenar, ni juzgar, ni pronunciar palabras que pudieran herir. Quizás una persona no ha oído hablar jamás del cristianismo, y nosotros no sabemos bajo que forma aparece Dios a esta alma y cómo se sirve Dios de ella; por consiguiente, ¿con qué título podemos nosotros condenar a nadie

                  

      

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